viernes, 26 de septiembre de 2008

La Pata Grande





Eduvigis





y




Manuel



Un canto a la sencillez de la vida y del amor






Drama escrito por

Mario Valarezo Loayza

jueves, 11 de septiembre de 2008

HOMENAJE

A EDUVIGIS, la querida Abuela, a quien no tuvimos la suerte de conocerla.
Por su inmensa herencia de amor y cariño por la familia, que trataremos
de continuarla de generación en generación.


A MANUEL, el querido Abuelo, al cumplirse 125 años de su nacimiento.
Homenaje de admiración por los valores y sabiduría que cultivó en su vida.








DEDICATORIA


A AMADITA,
“nuestra” querida mamá y madre de muchos hijos,
quien recibió el encargo de cuidar a su padre y a sus hermanos;
a sus hijos y a los hijos de sus hijos…
con una infinita capacidad maternal, que la heredó de su madre.





REPARTO

1er. Acto Manuel (26 años)
1910 Eduvigis (16 años)
Don Anastasio (padre de Eduvigis)

2do. Acto Manuel
1924 Eduvigis
Sigiberto (14 años)
Milton (8 años)
Amadita (6 años)
Juan María (4 años)
Luis Francisco (2 años
Sra. A
Sra. B

3er. Acto Manuel
1938 Eduvigis
Aureliano Gallardo
Amadita (20 años)

4to. Acto Manuel
Don Pancho Carrión
Luis Francisco y Laura
Polibio y Lidita
Aníbal y Lolita
Carlos y Normita




PEQUEÑA BIOGRAFIA DE EDUVIGIS

Nombres: Eduvigis Cristina Gallardo Añazco de Loayza
Nombre del padre: Anastasio Gallardo Sánchez
Nombre de la madre: Amalia Añazco
Fecha de nacimiento: …………….. de 1895
Lugar de nacimiento: Piñas
Estudios: Primaria
Profesión: Su casa
Altura: 1, 57 mts.
Se casó con Manuel de la Cruz, en 1911?
Fecha de fallecimiento: 3 de Mayo de 1938

Hijos:
Manuel Sigiberto, nació el 23 de Octubre de 1910
Anita Amalia, nació el 6 de Diciembre de 1911
Digna Emelia, nació el 22 de Setiembre de 1913
José Milton, nació el 27 de Julio de 1914
Milton Joel, nació el 28 de Abril de 1916
Amada Jovita, nació el 11 de Mayo de 1918
Juan María, nació el 9 de Julio de 1920
Luis Francisco, nació el 29 de Agosto de 1922
Enrique Bolívar, nació el 11 de Noviembre de 1924
Rosa Amelia, nació el 30 de Noviembre de 1926
Lida Teresita Eduvigis, nació el 16 Marzo de 1929
María Dolores, nació el 10 de Abril de 1931
María Yolanda, nació el 6 de Setiembre de 1933
Carlos Eduardo, nació el 25 de Octubre de 1935
Último alumbramiento: falleció Eduvigis y la criatura.

Desde joven fue muy piadosa y dedicada a su crecimiento en la fe católica, llegó a ser Presidenta de las Hijas de María en la Iglesia de Piñas. Enseñó a todos sus hijos una serie de oraciones, que hasta hoy las recuerdan.
Para ir a Misa, usaba una “manta” de seda con un filo de ojo de pollo. La mantilla era para las jóvenes.
Amable y cariñosa con sus padres y hermanos, era el centro de la familia.
Excelente ama de casa, le gustaban los finos detalles en la cocina. Se desenvolvía muy bien en todos los quehaceres.
Le gustaba vestirse primorosamente bien. Vestido a media pierna, completo. Igualmente, le gustaban las joyas.
Tenía predilección por las flores, llegando a tener en su jardín 72 variedades. Le gustaba en especial la rosa blanca y la flor del primer amor.
Cuando falleció, la Asociación de Adoratrices y las Hijas de María de la Iglesia de Piñas, le acompañaron durante todo el velorio. Hubo tantas coronas que no había lugar para colocar más flores.


PEQUEÑA BIOGRAFIA DE MANUEL

Nombres: Manuel de la Cruz Loayza Saldiviscar.
Nombre del padre: Manuel de la Cruz Loayza
Nombre de la madre: María Saldiviscar
Fecha de nacimiento: 21 de Enero de 1885
Lugar de nacimiento: Catacocha, Loja
Estudios: Primaria
Profesión: Comerciante
Altura: 1, 65 metros
Fecha de fallecimiento: 27 de Mayo de 1966

De soltero fue comerciante de ganado, tuvo un almacén de telas, logrando tener su propia casa antes de casarse.
Muy hábil como carpintero de todo tipo de muebles. Sus hijos Manuel Sigiberto, Juan María y Luis Francisco le heredarían esta habilidad.
Era constructor de casas, con estructura de madera y paredes de caña y barro.
Construyó la casa donde vivió y que hasta en la actualidad se conserva en Piñas.
Fue propietario de dos fincas: “El Dobladillo” y El Pabellón”, donde sembraba maíz y café, árboles de cedro y otros para madera. Además, árboles de guabas y bosque para leña.
Sus hijos lo califican como “hombre notable y muy respetable en Piñas, trabajador, honrado, amistoso, muy afectuoso con la familia”.
Por su gran sentido de equilibrio y justicia, fue Comisario y Juez de Paz, atendiendo en su despacho los días domingos. Parecería que sí le gustaba la política. Trabajó un tiempo como Recaudador Municipal.
Fue delegado para recibir al Dr. José María Velasco Ibarra, Presidente de la República de ese entonces, en Piedras. Igualmente, fue delegado por Zaruma para revisar los límites para la cantonización de Piñas.
Tenía un gran sentido del humor, permaneciendo siempre alegre, cualidades heredadas por todos sus hijos, especialmente por Carlos Eduardo (Carlín). Le gustaba jugar con sus nietos lanzándoles mangos para que pelearan por recogerlos. Los domingos compraba dulces típicos para guardarlos en una lata de galletas y esconderse con picardía para mirar quién se los robaba. Era su deleite de que sus nietos le pidieran “una pesetita”, las que guardaba en su bolsillo monedero.
En sus últimos años, almorzaba en casa de Sigiberto y luego vivió con esta familia, estableciendo una linda relación con sus nietos Jorge y especialmente con Nervo, a quien le silbaba en las mañanas para que le ayudara a vestirse, siempre con su terno oscuro.

PRIMER ACTO
Escenario: (1910) Aparece el jardín trasero de una casa de Piñas, con 3 ó 4 maceteros grandes con plantas al fondo, una silla al fondo y dos a los costados. Se escucha música, algo parecido a un pasillo de ese tiempo, como “Alma Lojana” u otro.
Entra Manuel, de unos 25 – 26 años, vestido a la costumbre de ese entonces: pantalón y saco negro, camisa blanca, botas con el pantalón dentro de ellas o con polainas, con una gorra de tipo española.
De izquierda a derecha del escenario, se va escondiendo de planta en planta hasta llegar a la última situada al extremo derecho y mira por encima como hacia dentro de una casa. Silba suavemente hasta 3 veces. Alza la mano de vez en cuando con timidez para señalar algo así como: “Te espero aquí”. Se queda quieto hasta que aparece Eduvigis, una chica de unos 15 – 16 años, con un bonito vestido elegante, cerrado hasta el cuello con un pequeño lazo en el pelo y le extiende la mano dulcemente.
Eduvigis: Buenas noches, Manuel (se toman de las dos manos).

Manuel: Buenas noches, Eduvigis.

Eduvigis: No puedo quedarme mucho tiempo esta noche contigo, porque mi papá ya se ha dado cuenta de que tú vienes todas las noches a verme.

Manuel: Y ahora, ¿qué vamos a hacer? Es que no puedo vivir sin verte, Eduvigis. Qué bonito nombre tienes. ¿Sabes por qué te pusieron ese nombre?

Eduvigis: La verdad es que no sé. Dicen que es el nombre de una santa europea, Santa Eduwigis.
Manuel: (Emocionado) En esta bella noche presiento que algo va a pasar, no sé. Como que quisiera decirte algo importante, sí, algo importante, pero no me atrevo.

Eduvigis: Dilo Manuel, dilo nomás, ¿Qué es?

(En este momento se escucha alguien que toca y se acerca, Manuel corre a esconderse detrás de la primera planta que encuentra. Eduvigis se queda impaciente sin saber qué hacer. Entra a escena Don Anastasio, un hombre alto, de terno oscuro con chaleco, polainas y con una escopeta en la mano.
Don Anastasio: (Muy serio) ¿Quién anda por aquí?
Eduvigis: Soy yo papá, que he salido un rato de la casa a tomar aire fresco y a ver la luna y las estrellas.
Don Anastasio: ¡Esto me parece extraño! ¿No te parece hija? Que estés sola en el jardín tomando aire fresco y viendo la luna y las estrellas. ¿No será que hay alguien por ahí detrás de esa planta? (señala con el dedo la planta).
Eduvigis: Es verdad papá, estoy con Manuel.
Don Anastasio: Salga de ahí jovencito y venga para acá.
Manuel: (asustado, avergonzado) Buenas noches, señor… (hace una venia, dándole vueltas a la gorra entre las manos). Yo… estaba visitando a Eduvigis.
Don Anastasio: Sí, si, ya me he dado cuenta de que usted la frecuenta a mi hija desde hace mucho tiempo. Y bueno, ya que nos hemos encontrado esta noche, qué les parece si conversamos un poco. A ver … Eduvigis, siéntate aquí (le señala la silla) y usted jovencito, siéntese allá (le señala al otro lado, de manera que él se sienta al medio). Ahora, dígame algo usted jovencito.
Manuel: (con timidez) Señor, como usted dice… aprovechando la ocasión… quiero solicitarle su permiso para ver a su hija.
Don Anastasio: Bueno, Manuel, creo que ya es tarde para darle ese permiso, porque ustedes (dirigiéndose a los dos) ya se han tomado esa “autorización” tantas veces, que ya no lo necesitan.
Eduvigis: Te ruego papá, que nos disculpes.
Manuel: Yo también Señor, le pido disculpas. Usted sabe… cuando uno es joven, a veces comete errores, pero… sin tratar de ofender a nadie.
Don Anastasio: En fin, Manuel, está bien. Ahora dígame, y ¿cuáles son sus pretensiones con mi hija?
Manuel: Ya que usted desea que le diga la verdad, le diré señor que yo quiero mucho a su hija y que ya no puedo vivir sin verla.
Don Anastasio: Caramba, Manuel, veo que usted está decidido a todo. Pero, usted ya debe estar viviendo con una mujer, puesto que ya tiene casa y todo lo que necesita una casa.
Manuel: Es vedad señor, lo que usted dice. Ya tengo todo para formar una familia. Me gusta mi trabajo, soy carpintero y constructor de casas. Tengo un corazón grande y unos brazos fuertes. ¿Qué más le puedo ofrecer a su hija?
Don Anastasio: Entiendo que su familia es lojana y su padre también se llama Manuel de la Cruz. Es un nombre glorioso, algo así como ¡San Juan de la Cruz!.
Manuel: Supongo que algún español lo trajo de su tierra y lo sembró por estos lugares.
Don Anastasio: Y tú, ¿qué dices Eduvigis a la propuesta de Manuel?
Eduvigis: Papá, yo también siento el mismo amor por Manuel y queremos tener una gran familia.
Manuel: Los Loayza – Gallardo serán una gran familia, así como Dios le ofreció a Abraham, como las estrellas del cielo y las arenas del mar.
Don Anastasio: ¡Cuánta vida y cuánto amor! ¡Eso me gusta, muchachos! (pausa) Ahora Manuel, usted se ha puesto a pensar que Eduvigis es menor de edad, apenas tiene 15 años…!
Eduvigis: (con emoción) ¡Dieciséis, papá!
Don Anastasio: Bueno, 15 ó 16 es prácticamente lo mismo frente a la mayoría de edad que son 21 años.
Manuel: De todas formas, señor, la cuidaré por igual. Y Eduvigis es una chica muy hacendosa, hábil para todo, sabe hacer todo en su casa. Incluso le gusta cultivar flores en el jardín. Y sabe usted, ¿cuál es su flor favorita?
Don Anastasio: La verdad es que no lo sé.
Manuel: Es la flor del primer amor que siempre le traigo de mis viajes. Y sabe usted ¿cuál es su plato favorito? Es el pastel de palmito.
Don Anastasio: Así que Manuel, ¿prácticamente usted esta noche me ha pedido la mano de Eduvigis?
Manuel: Bueno, así resultó señor, sin haberlo pensado mucho. Así como su escopeta, hemos matado 2 pájaros de un tiro (se acerca a Eduvigis y la toma de la mano. Emocionado, le dice de rodillas) ¡Le estoy pidiendo a Eduvigis que acepte casarse conmigo y de paso a usted también que como padre bendiga nuestro matrimonio!
Don Anastasio: Usted me ha convencido. Está bien. ¡tienen mi aprobación! (Manuel y Eduvigis sonríen de felicidad, sacudiendo sus manos tomadas). Pero, mientras no pida, usted Manuel, la mano a Amalia también, no puede usted tomarle la mano a Eduvigis. Así que póngase en su lugar. Así es la regla y tenemos que respetarla. Y el primer beso será en el altar el día de la boda ¿Está bien?.
Manuel: Sí señor, ¡está bien!

Eduvigis: Sí papá, ¡así será!
Don Anastasio: Yo me encargo de hablar a Amalia acerca de su deseo de casarse, no se preocupe. Y una vez que esté preparada le indicaré cuándo puede venir a pedir la mano oficialmente.
Eduvigis: (Emocionada se acerca y lo besa) ¡gracias papá por tu comprensión y tu cariño!.
Don Anastasio: (Abrazándola también) ya sabes, hija, que lo único que deseo es que seas feliz… (lo llama a Manuel y lo abraza, con el otro brazo) con este muchacho tan bueno y trabajador… Bueno, ya es tarde. Manuel, ya puede retirarse, hasta luego.
Manuel: Mil gracias, señor, por ayudarnos a ser felices con Eduvigis.
Don Anastasio: Y a partir de esta noche, Manuel, llámame Don Anastasio.
Manuel: Muy bien señor… quiero decir, Don Anastasio.
(Manuel sale por donde entró dando brincos de alegría).
Don Anastasio: Hija, Dios te ha bendecido con Manuel, es un excelente muchacho.
Eduvigis: Si papá, me siento feliz con él (salen los dos abrazados por el lado izquierdo de él).

(Luego, se lo ve a Manuel entrar nuevamente en puntillas, como escondiéndose y la voz de Don Anastasio, desde adentro, que dice: ¡Buenas noches, Manuel! (Manuel se detiene asombrado y dándose la vuelta, exclama).
Manuel: Buenas noches, señor… don… Don Anastasio (sale como repitiendo y arreglando la frase).

TELÓN
SEGUNDO ACTO
Escenario: (1925) Aparece en escena una sala de casa familiar, con una mesa central y sillas alrededor. Hay 5 niños jugando:
Sigiberto (14 años)
Milton (8 años)
Amadita (6 años)
Juan María (4 años)
Luis Francisco (2 años)
Eduvigis tiene a un niño en pañales en sus brazos (Enriquito). Hay una cuna cerca. Los niños juegan con juguetes de madera y Amadita con una muñeca. Eduvigis canta: “Si a tu ventana llega una paloma, trátala con cariño que es mi persona, cuéntale tus amores bien de mi vida, corónale de flores que es cosa mía”.
Manuel llega desarreglado del trabajo en el campo, con un machete en la mano derecha, que lo deja arrimado a un lado y en la mano izquierda una flor. Entra en escena silbando (el mismo silbo anterior) y se detiene para que todos los niños se acerquen.
Manuel: Buenas tardes, buenas tardes. ¿Cómo está mi reina, Eduvigis? (la besa en la frente).

Eduvigis: Vamos, niños, levántense a saludar a su papá. Hola Manuel ¿cómo te fue en el Pabellón?

Manuel: Bien, muy bien, todo tranquilo. El camino a la Pata Grande está muy malo y de ahí a “El Dobladillo” hay mucho lodo. Eso es lo único fastidioso. Hola, hijos, a ver cómo estás Sigiberto, Milton… (va dando un beso a cada uno de los niños, a cada uno con su nombre). Y a ver, quién me puede decir, cómo se llama la flor favorita de su madre?

Sigiberto: Bueno, yo sí sé, pero me gustaría que otro lo diga, por ejemplo MIlton.
Nilton: A ver, se llama … azucena.
Sigiberto: Se parece por el color blanco que tiene pero es otro el nombre. Quizás la Amadita sabe.
Amadita: Se llama… (lo dice lentamente) flor del primer amor.
Eduvigis: ¿Y quién le enseñó, mijita?
Amadita: Usted misma, mamacita, un día que estuvimos en el jardín. Además, me acuerdo porque es un nombre bonito… flor del primer amor, con flores blancas y hojas verdes como si fueran de cera.
Eduvigis: Parece que te gustan mucho las flores, tanto como a mí.

Manuel: Sí, te gustan tanto que un día de estos me vas a dar de comer sopa de flores y arroz con flores (se ríe).

Eduvigis: Pero, Manuel ¡a ti también te gustan las flores! Y tienes la paciencia de recogerlas por
el camino, igual que lo hacía tu papá una vez cuando íbamos de Piñas a Tambara.
Manuel: Así he escuchado.
Eduvigis: Bueno, siéntate Manuel, que quisiera decirte algo. (Manuel se sienta y los niños vuelven a sus juegos), creo que vamos a tener que pensar en una nueva casa, porque la familia va creciendo, Enriquito (mirando al niño) pronto va a necesitar su propio cuarto.
Manuel: Tienes razón Eduvigis. Dios nos sigue bendiciendo con nuevos hijos. Pero, no te preocupes, que los hijos mayores ya me ayudarán a construir para que tenga un lindo mirador. Será toda de madera de … de buenas maderas: bases de Guayacán, de Cernán Sánchez, de laurel y cubierta con teja de arcilla, para que dure para siempre, eternamente… y bonita para que la conserven siempre, de generación en generación, porque será hecha con mucho amor y dedicación.
¿Y por qué de madera? Porque la madera da calor, es vida, se ensancha en el invierno y se encoge en el verano. Y como soy carpintero, conozco bien de maderas.
Eduvigis: Y la otra cosa que quería comentarte es que ha escrito Anita Amalia desde Quito. Dice que está muy bien la familia. Y además, escribe con una linda letra. A propósito, la profesora Rosita Ordoñez vino hoy en la tarde a felicitarnos porque dice que la Amadita tiene una linda letra.
Manuel: ¡Qué bien, qué bien, mi Amadita! Ven acá (se acerca ella) A ver… qué te podemos dar en premio… ¡Ya se! Te haré un pupitre bien bonito, con su tapa que se levante para que guardes adentro todos tus útiles escolares.
Amadita: (Besa a Manuel) ¡Gracias, papacito!
Manuel: (Sonriendo) y ahora, qué te parece Eduvigis si hacemos un “Acuerdo de Padres” (toma un papel de la mesa, con solemnidad e imita como si escribiera una escritura, diciendo en voz alta):
“Siendo las 6 de la tarde del día 1º de Noviembre, en Piñas, Provincia de El Oro, en su hogar los esposos Manuel de la Cruz Loayza Saldiviscar y Eduvigis Cristina Gallardo de Loayza, deciden por mutuo acuerdo, que seguirán enseñando a todos sus hijos a escribir con letra clara y bien formada y bonita, con buena ortografía, tal como escribe su madre, Doña Eduvigis Cristina.
Por lo tanto y de la misma manera, que haciendo este enorme sacrificio y esfuerzo, exigirán a todos y cada uno de sus hijos para que se esfuercen en cumplir y complacer a sus padres en este deseo”.
Firman
_________________ ____________________
Manuel de la Cruz Eduvigis Cristina Gallardo
Loayza Saldiviscar de Loayza

(Acerca el papel a Eduvigis, quien hace el gesto como si firmara y luego lo mismo Manuel. Aplauden y sonríen plácidamente los dos).
(Se escuchan golpes en la puerta) Entran a escena dos chicas jóvenes, de la edad de Eduvigis, con vestidos largos y chales..
Sra. A: Buenas tardes, Sr. Manuel.
Buenas tardes, Eduvigis.
Sra. B.: ¿Cómo están ustedes, Manuel y Eduvigis? (extiende la mano y saludan todos).
Eduvigis: Qué gusto de verlas a ustedes, vengan, siéntense, por favor. Pero antes, me gustaría que lo vean a Enriquito, que cada día está más grande. Está en su cuna.
Sra. A: ¡Qué bonita cuna tiene!.
Eduvigis: ¡Esa es la ventaja de tener en casa a un buen carpintero!.
Sra. B: Uh… ¡está lindo el chiquitín!

Manuel: Ah… (con voz de picardía) es que se parece a su padre… (sonríe).
Eduvigis: Ahora sí, díganme amigas, qué hay de novedades en la Legión de María?
Sra. A: Justamente, veníamos a invitarte para irnos todas juntas a la Peregrinación Anual a la Virgen del Cisne en Loja.
Eduvigis: Ah, cómo me gustaría ir, tratándose de la Virgen, igual que hace dos años. ¿Qué dices, Manuel? ¿No crees que deberíamos ir a darle gracias a la Virgen por el nuevo hijo que nos ha dado?
Manuel: Es verdad, Eduvigis, sería una buena oportunidad para agradecerle a Dios y a su Madre Santísima por todas las bendiciones que nos conceden. Nos da la vida, la salud, la familia, la fe, la casa, el trabajo, el alimento… ¿qué más podemos desear?
Sra. A: ¿Y qué le parece Manuel, si usted nos acompaña? Mi esposo también va con el grupo. Necesitamos varones que sepan de caballos y mulas, porque el viaje es largo y siempre es mejor… incluso por los asaltantes…
Manuel: Bueno, en principio creo que es una buena idea y me gustaría ir. Pero… (sonriendo) ¿soportarán mis bromas y entretenimientos?
Sra. B: No se preocupe, lo tomaremos como una penitencia, propia de toda peregrinación (sonríe).
Manuel: Creo que la vamos a pasar muy bien, ¿no es verdad, Eduvigis? Por favor, avísennos con tiempo para preparar los caballos y todas las cosas.

Sra. A: Me alegro mucho que hayan aceptado la invitación que nos hace la Virgen en este año. Ella nos compensará los sacrificios con bendiciones. Y nos despedimos. Buenos tardes Eduvigis y Manuel.
Eduvigis: Gracias por la visita y la invitación, buenas tardes.
Sra. B: Adiós, adiós. (Sra. A y Sra. B salen).
Manuel: Bueno, Eduvigis, ¿estás pensando en lo mismo que yo estoy pensando? ¿con quién vas a dejar a Enriquito?
Eduvigis: Hemos estado pensando en lo mismo. Creo que entre Sigiberto y Milton ya lo pueden cuidar al niño. Ya son grandes y responsables. Ya saben cambiar los pañales y darle la leche.
(Se escucha toques en la puerta).
Manuel: ¡Por favor, alguien abra la puerta!
(Sigiberto abre la puerta y entra Don Anastasio).
Don Anastasio: Buenas tardes Eduvigis y Manuel, cómo están mis bellos nietos. (Todos se acercan y saludan con cariño al abuelo, lo abrazan y besan).
Eduvigis: Venga, papacito, siéntese. Qué noticias nos trae.
Don Anastasio: Bueno, les traigo dos noticias. Una buena y una mala. Creo que primero les contaré la mala y es que… ¿te acuerdas Manuel que alguna vez prometí que le regalaría un lote de terreno a Eduvigis? Pues vengo a decirte que no va a ser posible cumplir con ese ofrecimiento porque la “bendita” Municipalidad no me permite traspasar ese terreno a otro sin antes hacer un trámite engorroso… entonces…
Manuel: No se preocupe Don Anastasio por ese terreno. Si usted quiere también le puedo devolver a Eduvigis, pero eso sí (sonriendo) me tiene que pagar por las mejoras!! (ríe fuerte).
Don Anastasio: (Con risa fuerte) Ah, no se puede con este Manuel, tienes un gran sentido del humor y así la vida se hace más agradable.
Manuel: Bueno, ¿y cuál es la buena noticia, Don Anastasio?
Don Anastasio: Chicos, les tengo una sorpresa. Manuel ayúdame a bajar del caballo lo que les he traído.
(Salen los dos y regresan cargando un fonógrafo –tocadiscos antiguo con manivela– que lo colocan encima de la mesa central).
Manuel: ¡Ah, y es un RCA Víctor, con la figura del perrito y la bocina, importado de Europa por Don Pancho Carrión!
Don Anastasio: Espero que les guste, chicos, les he traído música infantil. (Levanta el disco de carbón y les muestra. Luego, lo coloca, da manivela al fonógrafo, coloca la aguja y suena una canción infantil –Arroz con leche, Tengo una muñeca o algo similar-)
Vamos a hacer una ronda (va poniendo a los niños en círculo, comienzan a cantar mientras van dando la vuelta. Eduvigis, Manuel y Don Anastasio miran a los niños con placer. En cualquier momento les dice:)
¡Todos, media vuelta! ¡Para el otro lado! (los niños circulan para el otro lado y siguen cantando) cuando se termina la canción todos aplauden y Sigiberto dice:)
Sigiberto: Para agradecerle, abuelito, por la música que nos ha traído, ¡qué le parece si ahora nosotros hacemos una dramatización, que está de moda!.
Don Anastasio: Ah, qué bien, estos niños son fantásticos, ¡cómo me gustan!.
Sigiberto: Entonces, a ver, ustedes tres, que son el público, siéntense aquí. (les señala unas sillas) tienen que esperar un ratito nomás, que nos vamos a alistar y empezamos el drama. (Los tres se acomodan y se ven las caras con paciencia…)
(De pronto, se escuchan unos golpes fuertes en la puerta y una voz que grita: “Soy Naúm Briones, abran la puerta! Entra la Amadita adelante con las manos amarradas y un pañuelo amarrado en la boca para que no hable. Atrás Milton y Juan María, vestidos de bandoleros con sombreros, tapados con un pañuelo en la nariz y una pistola de madera en la mano cada uno, apuntándole a la Amadita. llegan al centro de la sala y se detienen.
En eso, aparece Sigiberto vestido de vaquero, con botas, sombrero y con paso de militar, haciendo sonar las botas, dice:)
Sigiberto: ¡Yo soy Naúm Briones. No soy un bandolero, sino un justiciero. Al igual que Robin Hood, robo a los ricos para dar a los padres!.
(Se pasea elegantemente delante de los 3 espectadores).
Y en recompensa por entregarles a esta niña, me van a dar todo lo que tengan, en dinero y joyas. (Se acerca a Manuel y le pide:)
¡Déme todo su dinero! (Manuel saca una moneda y le entrega) Somos 4, así que déme 4 pesetas. (Manuel saca otra moneda y le entrega).
Faltan dos más (Manuel le hace una seña con la mano indicándole que ya no hay más monedas).
Entonces, usted señor (dirigiéndose a Don Anastasio) entregue las dos monedas que faltan. (Don Anastasio saca 2 monedas y le entrega. Sigiberto reparte 1 moneda a cada uno y grita: Digan todos conmigo: ¡Naúm, Naúm, Naúm, no es un bandolero, es un justiciero, Naúm… Naúm… Naúm!
(Sigiberto se dirige a Eduvigis y le dice:)
Sigiberto: Señora, ahora usted me va a entregar sus joyas… sus anillos, ese collar, esa pulsera (Eduvigis le entrega los anillos y dice:)
Eduvigis: Esta cadena tiene a la Virgen del Cisne, así que no puedo entregarla.
Sigiberto: Está bien señora, a la Virgen del Cisne yo la respeto mucho. (Se dirige nuevamente a Manuel y le dice:) ¿Es verdad que usted se llama Manuel de la Cruz Loayza?
Manuel: Sí señor, es verdad!
Sigiberto: ¿Tiene usted una finca que se llama “El Pabellón”?
Manuel: También es verdad.
Sigiberto: Entonces, escriba en este papel (le entrega un papel) lo que le voy a dictar: (Manuel hace la mímica como sí escribiera) Autorizo al Sr. Naúm Briones a retirar de mi finca “El Pabellón” 2 vacas y de mi otra finca “El Dobladillo” 2 caballos.
Y no se olvide de firmar. Déjeme ver su firma. Está bien.
Y ahora con usted, Don Anastasio Gallardo ¿ese es su nombre, no?
Don Anastasio: Caramba, qué drama tan realista. Sí, ese es mi nombre!
Sigiberto: ¿Usted tiene una estancia donde se muele caña de azúcar?

Don Anastasio: Sí, señor.
Sigiberto: Entonces, escriba igual lo que le voy a dictar: (entrega un papel). Autorizo al Sr. Naúm Briones a retirar de mi trapiche 4 bolsas grandes de aguardiente, con sus respectivas mulas para llevar la carga. Firma. Firme usted señor… (Don Anastasio hace la mímica de que escribe y firma).
Y ahora señores nos vamos, pero antes sáquense los zapatos los dos, rápido, rápido!
Manuel: ¡Qué buena dramatización! Ahora hay que sacarse los zapatos ¡Qué le vamos a hacer! (se sienta y se saca los zapatos y los entrega en la mano a Sigiberto) ¡Por favor, cuide mis zapatos nuevos!.

Sigiberto: (Recibe los zapatos y los tira lejos del escenario) Las cosas no son tan importantes como las personas!
Don Anastasio: (que ya se ha sacado los zapatos, le entrega en las manos) Le ruego, señor, tenga cuidado con los únicos zapatos que tengo!
Sigiberto: Por mentiroso, Don Anastasio, sus zapatos los botaré a la calle para que algún mendigo que pase se beneficie de ellos. Así que, ¡mejor no diga nada! (le hace señal de silencio).
Va hacia fuera del escenario y se escucha el golpe de los zapatos que caen. Regresa a escena).
¡Y ahora, de rodillas señores! (Manuel y Don Anastasio se arrodillan con dificultad y se quedan quietos. Los dos bandoleros siguen apuntando con sus revólveres mientras se van retirando y Naúm grita:
¡ Naúm, Naúm, Naúm…
no es un bandolero
es un justiciero
Naúm, Naúm, Nahum ¡
(y todos salen corriendo)

(Manuel y Don Anastasio se levantan sonriendo y aplauden entusiasmados. Los chicos entran a escena, hacen una venia tomados de la mano y salen afuera).
Manuel: ¡Bravo, bravo niños! ¡Qué buena dramatización, nos dejaron sin plata y sin zapatos!
Don Anastasio: Y yo, ¿cómo me voy a ir a mi casa sin zapatos… y montado a caballo?

TELÓN


TERCER ACTO

Escenario: Eduvigis aparece acostada en un sillón largo o una cama, colocado a la derecha en forma diagonal. Está cubierta con una frazada y almohadones a su espalda. Al lado, aparece una mesita con medicamentos. La luz es tenue, ambiente de una persona que está muy enferma.
Eduvigis está envejecida, con el cabello blanco, rostro pálido.
Manuel, más maduro y algunas canas, está sentado junto a la cabecera y Aureliano Gallardo, hermano de Eduvigis, junto a Manuel.
Amadita, de unos 20 años, está arrodillada al pie de Eduvigis, tomándole la temperatura con el termómetro.

Amadita: (mirando el termómetro) Parece que ya le ha bajado la temperatura, mamacita. Tiene 37º. Me gustaría que le baje un poquito más. Le contaré que esta mañana me fui a Misa, hablé con el Padre para que le trajera los Santos Óleos, como usted me pidió; muchas de las Hijas de María le mandaron saludos.

Eduvigis: Ya he arreglado el dormitorio y todo está listo para el momento del parto. Venga, mijita. ¿Qué hiciera si me muriera?

Amadita: No me diga eso, mamacita. (Se levanta y sale corriendo a un lado).

Eduvigis: Venga, mijita, que quiero hablar con usted. Todo es posible … ¿si yo me muriera, qué hiciera?.

Amadita: Me iré a encerrar en un convento, porque sin usted ya no quiero vivir.

Eduvigis: No mijita, todo es posible. Si yo me muero, usted tiene que cuidar a su papacito y hermanitos.
Ve Manuel (mirando a Manuel y Aureliano) tienen que cuidar mucho a Amadita, quererla, porque ella va a ser el consuelo de ustedes!

(Amadita estalla en llanto. El tío Aureliano se acerca, la abraza y la lleva fuera del escenario).

Manuel: (Se arrodilla ante ella y tomándole las manos, le dice:) Eduvigis, no me dejes. ¿qué voy a hacer yo solo con tantos hijos?

Eduvigis: Ten paciencia, Manuel, que si Dios nos bendijo con tantos hijos, Él mismo se encargará de cuidarlos. Él nos da y Él nos quita. Es el misterio de la vida y de la muerte. La sencillez de la vida y del amor.

Manuel: No me dejes, Eduvigis, por favor…

Eduvigis: Manuel, me gustaría que leamos una poesía muy bonita, que está en mi devocionario. Se llama “Jesús y el alma”.

Manuel: (Lo busca en la mesa de noche, es de tamaño de bolsillo). Sí, aquí está. Qué bonito es tu devocionario y está escrito a mano, con tu preciosa letra, Eduvigis.

Eduvigis: Busca una poesía que se llama “Jesús y el alma” y que les he enseñado a todos nuestros hijos. Es una conversación en que el alma le pregunta muchas cosas y Jesús le responde. Yo leo la parte que le corresponde al alma y tú, como Jesús, respondes. Comencemos: (lee lentamente con dulzura) “Dulcísimo Jesús, dueño del alma. En busca de paz hoy vengo a ti. ¿Qué debo hacer para encontrar la calma?

Manuel: Callar, sufrir por mí.

Eduvigis: Si me persigue envanecido el mundo y corona de espinas como a ti, ¿qué haré Jesús en mi dolor profundo?

Manuel: Callar, sufrir por mí.

Eduvigis: Y siempre amargas olas de tristeza, te viera naufragar lejos de ti, si arrastrara una vida en la pobreza.

Manuel: Callar, sufrir por mí.

Eduvigis: Si algún insensato me desprecia y en mí se ceba de calumnia vil, ¿qué haré, Jesús, para vivir tranquilo?

Manuel: Callar, sufrir por mí.

Eduvigis: Y cuando el cielo a mis clamores sordo pareciese de bronce para mí, dejándome sin luz en noche oscura.

Manuel: Callar, sufrir por mí.

Eduvigis: Pues es doctrina tuya, Jesús mío y tu dulce bondad lo exige así, sabes tú lo que haré por darte gusto.

Manuel: Callar, sufrir por mí.

Eduvigis: Mi bien, pues darte gusto sólo ansío, y tanto espera tu bondad de mí, este será mi lema a Jesús mío:

Manuel: Callar, sufrir por mí”.

(Manuel, coloca a un lado el devocionario y tomando las manos de Eduvigis, baja la cabeza y llora serenamente en silencio).

TELÓN

CUARTO ACTO

Escenario: Aparece el despacho u oficina de un Juez de Paz : una mesa con su silla y varios libros parados en una esquina de la mesa; varias sillas a los costados, una planta decorativa; un mapa, un calendario, etc. en la pared. Una escopeta parada en una esquina.
Manuel está sentado leyendo una escritura, pasa la hoja y asienta los papeles en la mesa. Se frota las manos en señal de frío. Se levanta y detrás de los libros saca una copa pequeña y una botella caminera. Se sirve una copa, hace el gesto de salud levantándola y bebe de un solo golpe. Gesticula por lo fuerte que está el aguardiente, abriendo la boca. Vuelve a esconder la copa y la botella entre los libros. Se sienta y sigue leyendo.
Se escuchan golpes en la puerta.

Manuel: ¿Quién es?

Don Pancho: (Desde afuera, con voz gangosa, se escucha:) ¡Soy Naúm Briones, abra la puerta!
Manuel se levanta y en puntillas para no hacer ruido, toma la escopeta, se esconde detrás de la puerta y dice:)

Manuel: ¡Adelante!

Don Pancho: (Es un hombre de mediana edad, con bastón, elegante, entrando dice:) ¡Buenos días Don Manuelito! Oiga y usted ¿dónde se ha escondido?

Manuel: (Apuntándole por la espalda con la escopeta) ¡Manos arriba, pantalones abajo!

Don Pancho: (Riéndose y poniendo las manos arriba). Si quiere, puedo poner las manos arriba. Pero, va a ser difícil que me baje los pantalones, porque tengo los calzoncillos rotos y me da vergüenza!

Manuel: Cómo le va Don Pancho, siéntese por favor, qué milagro usted me visita. Ha tenido que dejar su tienda sola y eso es peligroso. ¡No vaya a ser que Naúm Briones lo visite!.

Don Pancho: Oiga, a propósito, ¿será cierto lo que dice la gente de que ya lo han agarrado a ese individuo?

Manuel: (Sentándose en la silla de la mesa). La verdad es que se escuchan tantas cosas en estos días, que yo no creo en ninguna. Recuerda que el otro día dijeron que ya lo tenía rodeado y que era casi seguro que lo agarrarían. Sin embargo, al otro día, resultó asaltando a unos viajeros camino a La Toma, en Loja. Otros dicen que algunos se están aprovechando para hacerse pasar por Briones. A la final, no se sabe.

Don Pancho: Por curiosidad, cuénteme Don Manuelito, ¿cómo resultó su viaje de Piedras a Piñas con el Presidente de la República?

Manuel: Bueno, realmente el Dr. José María Velasco Ibarra es un hombre excepcional, no se cansaba de subir y bajar de la mula en cada pueblito que encontraba. Siempre explicando las razones de su visita, sus planes de gobierno, lo que hacen sus adversarios, etc. Es un hombre incansable, un verdadero líder político, que no le teme a nada ni a nadie.
En Piñas Grandes, en Capiro y en San Roque lo han homenajeado con regalos del lugar y él con sencillez los ha recibido gustoso. Al llegar a Piñas, en la Cadena, un grupo de señoras del Comité de Recepción del Club Unión y Progreso, le llevaron a almorzar. Y cambiando de tema, dígame Don Pancho, ¿en qué le puedo ayudar?

Don Pancho: Bueno, Don Manuelito, ya que usted es un hombre tan equilibrado y justo, creo que me puede ayudar a resolver el caso de un trabajador forastero que contraté y por ayudarle, pues no tiene dónde construir su casita, le prometí darle un pedazo de terreno.
Ahora me pide el terreno, pero todavía no ha terminado de pagar. ¿Cómo puedo resolver el caso? Porque si le doy el terreno, capaz no me termina de pagar y hasta lo pierdo como trabajador. Y si no le doy ahora, el pobre hombre no tiene dónde vivir?.

Manuel: En primer lugar, permítame felicitarle Don Pancho, por tener un corazón sensible a las necesidades de los más pobres. Y respecto del caso, haga lo siguiente: Entréguele la cantidad de terreno que le corresponde por lo que ya ha pagado, con su entrada y servicios. Y el resto, si él lo desea, le entregará cuando termine de pagar la segunda parte.

Don Pancho: Caramba, Don Manuelito, usted me ha dado una solución muy salomónica. ¡Y así quedamos todos contentos! Por otra parte, estoy inquieto por saber qué significa un sueño que tuve la otra noche: era una manada de puercos que se me perdían y luego aparecían. Es que se metían en una inmensa chacra de yucas.

Manuel: Lo que significa es que voy a construir una paila del tamaño de Piñas.

Don Pancho: ¿Y para qué¿

Manuel: (Ríe). Para cocinar sus yucas. Don Panchito.

Don Pancho: ¿Y ya le he contado que me fui a visitar al Papa a Roma, donde nací, y todos los periodistas preguntaban: ¿quién es ese que está al lado de Don Pancho? Todos los jóvenes habían salido al aeropuerto a recibir a mi Orlandito. Al regreso, fuimos con mi Otilia a Berlín a visitar el lugar donde la conocí en traje de baño. (Sonríe).

Manuel: ¡Qué viaje tan interesante! Ahora dígame, por curiosidad ¿cómo van sus camiones… “El Rey de la Cuesta”, “El Pájaro Azul”, … ah… y su camioneta, ¿cómo se llama? Ya recuerdo: “La Cucaracha Mandinga”.

Don Pancho: Ah, caray, caray… van muy bien, muy bien. Son como yo, que no tengo tiempo para enfermarme!

(Se levanta y se despide) Me voy, me voy, que ya se me ha hecho tarde. Y gracias, Don Manuelito por su ayuda y la buena conversación. Pronto vendré para que me vuelva a contar el chiste de los huevos fritos.

Manuel: ¡Cuando usted guste, venga nomás!

(Se escucha afuera “Arriba Piñas, abajo Zaruma”, “Arriba Piñas, abajo Zaruma”. Entra Luis Francisco, Lucho, entusiasmado con una pancarta que dice lo mismo y una chica que la jala de la mano. Ambos de unos 25 años).

Lucho: Buenos días, papá.

Manuel: (Serio y fastidiado) Buenos días, hijo, ¿y a qué se debe este laberinto de “Arriba Piñas, abajo Zaruma”?

Lucho: Lo que sucede es que Zaruzua no quiere por nada que Piñas se cantonice, para así siempre hacer sólo lo que a ellos les conviene. Así Piñas nunca va a adelantar ¿y a ti papá, qué te parece?

Manuel: En primer lugar hijo, cálmate, que las cosas se resuelven con tranquilidad, sentándose en una mesa a dialogar… y tranquilidad viene de tranca (sonríe) así que atranca tus impulsos. En segundo lugar, y antes de contestar tu pregunta, ¡no me has presentado a tu amiga!.

Lucho: ¡Es verdad! Papá, te presento a Laura, mi compañera en esta campaña, que la hemos tomado a cargo el Club de la Juventud Piñasiense.

Manuel: Mucho gusto, señorita.

Laura: Mucho gusto, señor Loayza.

Manuel: ¡No sabía de la existencia de ese club! En fin, me gustaría, señorita, conocer su parecer al respecto.

Laura: Bueno… bueno, creo que todo pueblo joven necesita crecer y para crecer necesita independizarse. Es como un niño que quiere aprender a andar, si no lo sueltan sus padres nunca va a aprender. Así que Piñas necesita convertirse en cantón y crecer con sus propios recursos, es decir, bailar con su propio pañuelo!

Manuel: ¡Caramba, qué claridad de ideas!
Bueno, ahora les diré lo que yo pienso. Según mi maestro, el Dr. Miguel Cabrera, la justicia se basa en los principios universales de igualdad, libertad y fraternidad. Entonces, la paz viene como resultado final. Si la gente de Piñas ya se siente capaz para caminar sola, que se cantonice Piñas. ¡Viva Piñas!

Lucho: Y por ahí escuché papá que va a venir una comisión para pedirte que salgas como delegado para señalar los límites entre Piñas y Zaruma.

Manuel: Bueno, será un honor aceptar esa comisión. Pero no hace falta atacar a Zaruma, diciendo: “Abajo Zaruma”. Yo tengo buenos amigos zarumeños, que son simpáticos y serviciales. Además, el buen reposado viene de allá!

Lucho: Eso serán “tus” amigos. Pero la mayoría son pretensiosos y vanidosos. Creen que todo lo mejor tiene Zaruma. El paisaje, las calles, lo pintoresco, el comercio… hasta las chicas… creen que son más guapas y detallosas.

Manuel: Podrán ser más bonitas, pero las piñasienses son más mujeres, mejores madres y esposas. Ahí tienes a tu madre, Eduvigis, ¡la mujer más completa que he conocido!

(Nuevamente, se escucha:
“Arriba Piñas, abajo Zaruma”
“Arriba Piñas, abajo Zaruma”

Entra a escena Polibio Guzmán de la mano de Lida Teresita (Lidita).

Polibio: (Con voz alta). Buenos días, Don Manuel, ¿cómo ha amanecido?

Manuel: ¡Yo, acostado! Buenos días, ¿y usted también se ha sumado al grupo de los laberintosos?

Lidita: (Con timidez) Hola, papá, buenos días.

Polibio: Hola Lucho y Laurita (les da la mano y Lidita también les saluda).
Bueno Don Manuel, ya Lucho le habrá explicado el motivo de tanto movimiento. Creemos que Piñas ya está mayorcito para cantonizarse e independizarse de Zaruma. Los zarumeños quieren tenernos todo el tiempo pisados. ¡Llegó el tiempo de la independencia! (le hace un ojo a Lucho) ¿No es verdad, Lucho?

Lucho: (Emocionado) Así es ¡”Viva Piñas, viva el amor”!

Manuel: Un momentito, jovencitos, ¿cómo es eso de “Viva Piñas, viva el amor”?

Lucho: (Como disimulando el error) ¡El amor… tiguador! Es una broma nomás, papá y tú tienes un gran sentido del humor.

Manuel: (Con preocupación y picardía) Humm… Esto ya me parece sospechoso… algo están tramando…

(Se escuchan golpes en la puerta, Lucho la abre. Entra Aníbal Medina, formal y serio, terno y corbata, de la mano de Lolita).

Aníbal: Buenos días, señor Don Manuel.

Manuel: Buenos días, Aníbal.

Lolita: Buenos días, papacito.

Manuel: Buenos días, María Dolores. (Aníbal y Lolita saludan nerviosos al resto de actores).

Aníbal: ¡Y hay alguien más que está en la puerta!

Lolita: ¡Vamos Carlitos, entren de una vez!

(Carlos, para darle un tono gracioso hace como que empujara a Normita hacia dentro del escenario, lo que causa la risa de todos).

Carlos: Buenos días, papá, es que Normita es tímida y no quiere pasar.

Manuel: El tímido eres tu Carlitos, una reina de Piñas como Normita no tiene miedo de entrar a donde quiera.

Normita: Buenos días, Don Manuelito. (Le extiende la mano. Saludan entre todos).

Manuel: ¿Y qué milagro no entraron ustedes también gritando “Arriba Piñas, abajo Zaruma”?

(Nadie quiere contestar. Todos permanecen en silencio y se miran unos a otros.)
¿Alguno de ustedes me puede dar alguna explicación de qué es lo que está pasando aquí?

Lucho: Bueno… a pesar de que yo soy el mayor de todos, prefiero pasar la palabra a Aníbal, el más serio y aparente para estos menesteres.

Aníbal: (Ceremonioso). Bueno, si así lo creen todos conveniente, tomaré la palabra. En realidad, señor Don Manuel, el motivo de nuestra visita a su despacho, no es precisamente la cantonización de Piñas, sino… le rogaría mejor tomar asiento, señor… solicitarle tenga a bien, de la mejor manera… respetuosa… bondadosa… afectiva… paternal…

Manuel: ¡Será mejor que termine de decir, de una vez por todas, lo que tenga que decir!.

Aníbal: … su consentimiento para contraer nupcias matrimoniales, entre los 4 caballeros presentes y las 4 damas!

Manuel: (Perplejo, callado, pasa lentamente la mirada a las dos parejas que están a su izquierda y a las dos parejas que están a su derecha. Luego, levanta la cabeza completamente hacia arriba, lentamente y se queda un momento con los ojos cerrados, en silencio. Baja la cabeza, abre los ojos y dice:)

El Señor no los dio a Eduvigis y a mí para que sean felices. Cada uno debe tomar su camino: Anita, Amadita y Milton se fueron de Piñas; Enrique se fue del país, Rosita Amalia entró al Convento y Yolandita también se fue.

Les dimos todo lo mejor de nosotros, para que sigan nuestro ejemplo como la mejor herencia. Ahora, yo también quiero que sean felices, formando sus propias familias. ¡Ámense y respétense toda la vida! ¡Tienen mi aprobación y mi bendición!

(Todos aplauden, se abrazan entre parejas y abrazan y besan a Manuel).

Manuel: (Sirve 9 copas y reparte. Alzando su copa, dice: Bueno, ¡hijos e hijas, repitan conmigo:
“Viva Piñas, (repiten todos)
viva el amor, (repiten)
y para lograrlo, (repiten)
hay que ponerle valor” (repiten).
¡Salud! (Toma la copa y hace el típico gesto abriendo la boca).
¡Y ahora, vamos a buscar al curita Feijóo; mi buen amigo!.
(Extiende los brazos y salen abrazados).

FIN

A MANERA DE CONCLUSIÓN

Si usted disfrutó de la lectura de esta modesta pieza de teatro, como yo gocé al escribirla, y si en su rostro se dibujó una sonrisa o se humedecieron sus ojos en algún momento, me quedo complacido.
El objetivo de este drama de corte familiar y costumbrista, es recordarle con la sencillez que caracterizó su vida, que tenemos una gran herencia de nuestros Abuelos EDUVIGIS y MANUEL, a quienes cariñosamente les llamo así por motivos teatrales, de continuar el amor y el cariño por la familia, de generación en generación.
Y si sólo se puede amar lo que se conoce, este drama quiere dar un pequeño alcance al conocimiento de la personalidad, vida y contexto familiar de los Abuelos Loayza Gallardo.
“El Secreto de la Pata Grande”, podría ser el título de una nueva novela, ahora que está de moda escribir acerca de tantos secretos. Por ahora, lo que deseo es compartir con usted, el secreto de dónde nació este drama.
Fue en octubre del año pasado, 2007, al mirar Piñas desde la hermosa cruz ubicada en el Cerro de La Pata Grande: ¡Es impresionante y deslumbrante! ¡Cuán grande y distinta está Piñas ahora! ¡Cuántos edificios y construcciones nuevas! ¡Mira, allá al fondo está Zaruma!
Un primo me dice al oído con voz fuerte, para contrarrestar el viento y la llovizna:
“Nuestro Abuelo Manuel era dueño de medio Piñas y por aquí subía siempre, por La Pata Grande para ir a la finca “El Pabellón”, que es toda esa zona inmensa hacia atrás y que tiene una vista aún más hermosa que ésta”.
La loca de la casa, la imaginación, comenzó a moverse enseguida por un camino que me llevaba a dos interrogaciones:
La primera, ¿cómo habrá sido la vida de los Abuelos en medio de estos bellos paisajes? ¿Cómo se conocieron, el matrimonio, las casas que construyó el Abuelo, las fincas donde trabajaba y donde pasaban vacaciones, el Juzgado de Paz, etc.etc.? ¡Qué poco conozco de la vida de los Abuelos! ¡ Algo tengo que hacer !

La segunda interrogación:
¿Qué sentido tiene pertenecer a una familia tan numerosa –debemos ser unas 300 personas entre tíos, primos con sus hijos y demás familia- si tengo contacto con muy pocos y a la mayoría no conozco? ¡ Algo tengo que hacer ¡
Al bajar de La Pata Grande, comencé a compartir estas inquietudes con algunos tíos y primos de Piñas y Machala.

Si al leer esta última línea, usted también piensa que “algo tenemos que hacer”, será muy placentero recibir sus comentarios a email:
marnerval@hotmail.com

Afectuosamente,

Mario Valarezo Loayza